Nos encontramos, pues, en un escenario en el que las actividades tradicionales ejercidas de manera particular por los activos de mayor edad y especialmente hombres, se ven obligadas a cerrar, mientras surgen otras muchas protagonizadas por jóvenes, en gran parte mujeres y en sectores económicos novedosos, aunque siempre en el sector de los servicios, pero con mucha mayor componente tecnológica.
Este proceso tiene sólo una lectura positiva, el rejuvenecimiento del colectivo y su mayor cualificación, pero le acompaña la dramática situación de muchos autónomos
tradicionales que se ven abocados al paro sin protección, en el mejor de los casos frente a una jubilación con pensión mínima y con gran parte de sus ahorros frustrados
por la resistencia en estos últimos años
Escribir comentario